lunes, 29 de septiembre de 2008

Neurofilosofía: Ensayo sobre la felicidad

Estamos predestinaos a ser felices en nuestro ocio si tenemos las funciones básicas cubiertas (nutrición, crecimiento y reproducción), pero la sociedad (historia de aprendizaje) es tan caprichosa que nos hace diferentes. Esa diferente historia de aprendizaje es la culpable que lo que nos proporciona la felicidad difiera entre los individuos. Esta cuestión nos plantea la siguiente cuestión: ¿qué somos? ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos? Si conseguimos responder a estas interrogantes estrecharemos el cerco a la concepción epitemológica de la felicidad.

Somos seres que nacemos sin ningún tipo de conocimientos, una tabula rasa. Nada más nacer lo único que poseemos son institos filogeneticamente predeterminados para la supervivencia y mecanismos de aprendizaje arcaicos (aprendizaje asociativo). Los instintos provocan que ante un estímulo determinado haya una respuesta muy fija. El instinto humano más básico es el apego, con conductas por parte del bebe como la sonrisa fisiológica que sirve para crear un vínculo entre madre e hijo, que será básica para su supervivencia.

Pero centrándonos más en lo que nos corresponde, qué es lo que somos y nos hace diferentes, analicemos la formación de recuerdos y conocimientos. Al nacer somos un libro en blanco, en el cual tenemos que empezar a escribir nuestros recuerdos, y a partir de ellos nuestro conocimiento. Cuando llevemos escritos varios capítulos, seremos capaces de leerlos y sacar conclusiones sobre nuestros hechos y nuestros actos que pueden modificar nuestras futuras acciones.

La naturaleza a dotado al ser humano de dos sistemas de aprendizaje básico nada más nacer, mientras nuestro cerebro se sigue desarrollando: Condicionamiento clásico (Pavlov) y Condicionamiento operante (Skinner). Estos sistemas son muy primitivos, y se encuentran en otros animales inferiores como los perros, las ratas y las palomas. Estos mecanismos sirven para ayudar al sujeto a adaptarse al entorno y obtener los recursos necesarios para su supervivencia. Los instintos son iguales para todos, pero no todos nacemos en el mismo entorno. De ahí que gracias a esos mecanismos de aprendizaje podamos adaptarnos a ambientes diferentes, ya que contemplan todo el espectro estimular abarcable por los cinco sentidos. No son los mismos que un organismo se enfrenta en Tanzania, que en Alemania.

Estos ambientes, a los que a partir de ahora le llamaremos sociedad o cultura son la culpable de que seamos lo que somos. El niño al nacer esta avocado a culturizarse, por lo que la interacción hombre-sociedad es quien marcará nuestra personalidad en el futuro. La formación de recuerdos, que en este momento del desarrollo ontogénico más que recuerdos son automatismos, se crean a partir de la asociación de estímulos. Los recuerdos son recuerdos cuando somos capaces de pensar sobre las asociaciones establecidas.

Una vez que el niño empieza a asociar estímulos mediante condicionamiento clásico, este ha entrado de lleno en la cultura. Esto quiere decir que al ser humano no se puede entender sólo con sus características genéticas, sino hay que entenderlo según cómo se hayan relacionado (los genes) con su entorno. Las personas somos un trinomio genes-historia de aprendizaje-contexto presente, las cuales están en continua interacción y produciendo cambios en el producto final, la persona en sí. Los seres humanos estamos en constante evolución hasta que dejamos de recibir estímulos novedosos, tanto externos como internos.

La adaptación al medio se produce mediante la discriminación de unos estímulos o refuerzos positivos que producen placer y otros estímulos punitivos (castigos) que producen tristeza (psicológico)/dolor (físico). Aquí se explica el condicionamiento operante, y por consiguiente la Ley del Efecto (Thorndike). Según esta ley, las respuestas que sean seguidas (contigüidad) de consecuencias reforzantes serán asociadas al estímulo y tendrán mayor probabilidad de ocurrencia cuando el estímulo vuelva a aparecer. Por el contrario, si la respuesta al estímulo va seguida de una consecuencia aversiva, la asociación será más débil, con lo que la probabilidad de ocurrencia será menor. Los seres humanos tendemos a buscar de forma innata el placer (reforzamiento positivo) y alejarnos de los estímulos punitivos. Voy a poner un ejemplo para que se entienda.

Dos niños diferentes. Al primero cuando se le presenta un peluche hacemos sonar seguidamente un sonido agudo y fuerte, el cual provoca el llanto del niño de manera automática. Este suceso lo repetimos sucesivamente durante un periodo de tiempo. El niño, mediante el condicionamiento clásico a aprendido a asociar al peluche con malestar. Por lo que si posteriormente se le presenta sólo el peluche sin el sonido, el niño emitirá la misma respuesta: llorar y/o conducta de escape del estímulo aversivo (peluche). Por el contrario, al otro niño se le presenta el peluche en compañia de su madre y ambos juegan juntos. El niño aprende asociar peluche con bienestar, por lo que el peluche sólo, se ha convertido en un refuerzo positivo para el niño, ya que le produce placer debido a su historia de aprendizaje.

La carga emocional de esos estímulos la proporciona la relación individuo-ambiente, por eso estímulos iguales afectan de diferentes maneras. Aquí está la clave de la cuestión de la felicidad. No hay una ecuación única de felicidad, sino que la felicidad de cada uno depende de cómo ha evolucionado su historia de aprendizaje y del significado atribuido a los estímulos. A medida que se van formando asociaciones, el niño es capaz de pensar sobre ellas pasado un tiempo de desarrollo. Se puede decir que la cognición ontogenéticamente hablando es posterior al desarrollo del aprendizaje asociativo. Las asociaciones creadas mediante condicionamiento es la base de la cognición. No se puede pensar sobre algo que no existe, por eso cuando existen asociaciones la cognición puede funcionar sobre la asociación y preguntarse los por qués. Esto es básicamente lo que nos diferencia de los animales, y neuropsicológicamente hablando esta función es realizada por el neocortex. Esta explicación coincide con las teorías de Freud en las que dice que los traumas se adquieren en la infancia, porque el condicionamiento crea los traumas/gustos, y la cognición lo reinterpreta en el futuro de acuerdo con las cogniciones ambientales presentes y la experiencia pasada (historia de aprendizaje).

La cuestión de los traumas adquiridos es que ese sistema arcaico que es el aprendizaje asociativo no lo perdemos nunca, y entonces ante situaciones y experiencias muy novedosas y de fuerte carga emocional, que no se ajustan a la experiencia o se aleja mucho de los guiones de acción del individuo, pueden generar nuevas asociaciones estímulo - contexto o modificar las ya existentes. La cognición será la encargada de interpretar esa nueva asociación, y de reajustarla, fisiológicamente hablando, a medida que se vayan adquiriendo nuevas experiencias / interpretaciones. La sola idea de percibir la posible activación de ese nuevo guión por un estímulo extraño, sin un reajuste proporcionado por aprendizaje, reforzada por la cognición tanto en la tarea de debilitamiento como de fortalecimiento; puede producir un activación fisiológica que el sujeto interpreta como amenaza (sistemas primitivos de supervivencia) y reproduce nuevamente el guión de acción (evitación o escape del estímulo aversivo). Esto produce alivio en el individuo y fortalece la unión estímulo-contexto.


CONCLUSIONES:

1. El placer empieza en la infancia. Sus primeros pasos evolutivos empiezan con la sensación. La sensación depende de la relación/comparación entre los estados internos del cuerpo con las condiciones externas del contexto (Condicionamiento clásico/asociación de estímulos). Al principio responde más a los estímulos primarios (sed, calor…) pero poco a poco, mediante el condicionamiento, segundo sistema de señales, van relacionando estímulos primarios con secundarios (objetos creado por la cultura), los cuales producen sensaciones también por las asociaciones establecidas.



Si algún estímulo activa el sistema de alerta, el individuo segrega inmediatamente hormonas (adrenalina) que le producen activación para la huida o llorar (buscan protección, la naturaleza es muy sabia). Esas asociaciones entre estímulo - contexto queda grabado en los sistemas de memorias implícitas, las cuales se activan automáticamente ante un estímulo evocador específico. Esta relación y con ayuda terapéutica se pueden identificar y trasladar a la memoria explícita. Esta es la función de la cognición y la demostración de qué existe.



Pero la naturaleza es sabia, y a predispuesto a nuestro organismos a la búsqueda de estímulos (internos o externos) que nos proporcione la segregación de hormonas que provoquen bienestar(placer=consecución de dichos estímulos). Mientras más cerca estemos de esos estímulos, más viviremos ya que esos nos aleja de estímulos dolorosos que puedan provocar la muerte; es una cuestión de supervivencia. Pero como hemos explicado antes esos estímulos que nos proporcionan placer, debido a la historia del aprendizaje, difiere entre los individuos. La vida muchas veces es caprichosa y haces que estímulos que normalmente reproducirían placer en el individuo, se haya presentado contingente o simultaneamente a otros estímulos que producen dolor. De ahí que no todos los estímulos tengan el mismo significado para los seres humanos.

Pero una cosa está clara, la felicidad es placer, y la vida es la búsqueda continua del placer (supervivencia). El placer (en personas adultas) se obtiene a partir de una cognición que identifica, interpreta o atribuye significados positivos a una asociación estímulo-contexto, la cual ha podido evolucionar a través de su experiencia y de sus atribuciones causales. Si alguien no es capaz de detectar estímulos nuevos y placenteros, su activación baja, su atención disminuye y queda inactiva la búsqueda del placer (indefesión aprendida), es decir esta persona se deprime.

2. La cognición no es más que la continua detección e interpretación de las asociaciones establecidas, y la encargada de su continua evolución. Por eso, ontogénicamente hablando el aprendizaje asociativo se da antes que la posibilidad de usar las congniciones (atribuciones causales, inferencias…) ¿Para que usar estas cogniciones si no hay nada sobre qué usarla? La naturaleza es sabia y no Dios.

3. La felicidad es diferente para cada persona. Hay unas mínimas necesidades biológicas que saciar para empezar hablar de felicidad, y luego también depende en la medida que necesiten saciar esas necesidades biológicas (historia de aprendizaje, depende de la cultura o sociedad). O sea, que nada esta claro. Cada uno somos de nuestra madre y de nuestro padre y punto.

4. Las emociones juegan un papel arcaico en la supervivencia, pero de una gran efectividad, por eso sigue vigente en nuestros días. La sociedad cambia, pero las emociones perduran a través de los siglos. La emoción tiene dos objetivos:

- Predisponer al sujeto a una acción.

- Advertir a los miembros de la manada una variación en el contexto físico, o de una variación en el futuro por el contexto interno (ideas, pensamientos…).

Si no, ¿qué sentido tiene el poner caras cuando nadie nos ve? Evolutivamente hablando podríamos haber desarrollado otro tipo de caras. Una cosa es la tensión muscular del miedo, y otra la cara de sorpresa.

6. Otro tema a reflexionar es que si la cognición no es mas que la comparación entre dos recuerdos autobiográficos. Si tomamos como cierta que la conciencia = comparación y cognición de recuerdos autobiográficos. Sería interesante estudiar casos de personas con amnesia anterógrada y retrógada. ¿Somos cociente de qué estamos vivos porque tenemos recuerdos de que hemos estado vivo? ¿Cómo sabemos que vivimos si no podemos recordar lo vivido? ¿qué papel juega aquí la memoria de trabajo y a corto plazo?

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